Juana Muñoz: La Alegría de Atreverse

En cada ciclo de talleres de la Escuela de Talentos Andacollinos surgen historias que nos reencuentran con los valores que dieron origen a este gran proyecto. Esta es una de ellas.

Hablamos de Juana Muñoz Aguirre, vecina de Andacollo, madre de dos hijas, esposa y dueña de casa, quien a sus 59 años decidió explorar por primera vez el universo del piano.

Aunque había participado en algunos talleres en años anteriores, el piano le parecía de dificil acceso. Más que las complejidades propias instrumento, fueron otras las ideas las que la hacían dudar; Juana creía que este tipo de espacios pedían conocimientos previos o una edad “adecuada” para comenzar. Pero al reencontrarse con la Escuela de Talentos, descubrió lo contrario. Lo que aquí importa no es el currículo ni los años, sino las ganas, los sueños y la capacidad de comprometerse con uno mismo.

La comprobación de esta realidad la llevó a matricularse y desde su primer día, se sintió bien recibida. El equipo de facilitadoras le ofreció confianza y apoyo, y el profesor -a pesar de pertenecer a otra generación- ha sido un compañero de viaje respetuoso y generoso. Las clases son personalizadas, sin exigencias que presionen, guiadas por el ritmo de cada estudiante.

Juana avanza con paciencia: explora la coordinación entre ambas manos, se familiariza con la melodía, la armonía y las escalas, y poco a poco aprende a moverse dentro del fantástico mundo que nos depara la música.

En su casa, un viejo piano espera impaciente a que Juana se aventure con su primera canción, también su iglesia, a la que pronto espera aportar con la alegría que trae el ritmo de la música.

Como es natural, sus notas aún son inseguras, pero ella abraza esos primeros pasos como parte de su proceso. Y es que aprender sin prisa también es aprender con profundidad.
Cuando se le pregunta qué es lo que la diferencia de otras personas de su edad que no se animan a dar este maravilloso paso, Juana responde con generosa honestidad:

“Yo no tengo nada distinto, lo distinto es la Escuela”.

Juana habla de la cercanía, del respeto por el otro y los brazos siempre abiertos de la Escuela de Talentos Andacollinos. Es una afirmación que honra a la institución, y es justo agradecerla. Pero también invita a pensar en que quizás sí haya algo distinto en ella, como lo hay en cada integrante de esta comunidad.
Esa disposición a abrirse a lo nuevo, a no competir ni compararse, a entregarse con humildad al arte y sus desafíos, no es algo común. Características compartidas por quienes, como Juana, hacen de la Escuela de Talentos un lugar vivo, generoso y profundamente humano. El mérito de su historia está en haber creído que aún se podía, en haberse atrevido a tocar una tecla desconocida con sus manos y también con el corazón.

Historias como la de Juana iluminan el sentido de este proyecto, quizás porque nos recuerdan que el talento no siempre se mide en grandes conciertos y aplausos, sino en el amor por el acto de aprender, o tal vez sea porque vemos en ella un espejo de lo que somos, personas que no dejan nunca de soprenderse y de soñar con un futuro donde el arte y la comunidad converjan en un abrazo más fuerte que todas nuestras diferencias.